literature

Primera Noche [Fic]

Deviation Actions

Senth2702's avatar
By
Published:
369 Views

Literature Text

Título: Primera Noche
Pareja: Connor x Steven [OC]
Géneros: Romance, Corriente Consciencia (en cierto grado), Yaoi/Slash
Sinópsis: Connor y Steven duermen en la misma cama por primera vez. Y Steven no sabe lidiar con las emociones que se aglomeran dentro de él.

Este es un fic de una pareja que roleo con mi sis digital, lo hice por su cumpleaños~ Así que como probablemente los lectores no estarán ni medio enterados, explico brevemente.

Connor es un adulto pelirrojo de 24 años. Tenía una hermana menor que se suicidó hace años, y eso le hizo caer en el alcoholismo. Actualmente lucha contra ello, pero sigue teniendo serios problemas con sus adicciones.
Es serio, reservado, no suele mostrar ninguna clase de emoción, sin embargo tiene un corazón de león, dorado y cariñoso. Atribuye mucho valor a la familia y a los amigos, y no tiene ningún corte en hacer lo que sea necesario por ellos.

Steven es un adulto rubio de 27 años. Comparte historia con Connor, su hermano menor Leo fue asesinado por su padre y esto le llevó a un serio trastorno depresivo. Intentó suicidarse muchas veces, pero Connor, quien presenció su primer intento de suicidio, le salvó y cuidó de él. En la actualidad sigue con un cuadro de la misma enfermedad.
Suele mostrarse con una faz alegre y amigable, llena de energía y muy dispuesta a aprender un nuevo hobby, sin embargo es solo una máscara que oculta una profunda apatía, e ignorancia respecto a las emociones. Solo hay dos personas que han logrado despertar auténticas emociones en él. Su hermano y...

Bueno, supongo que es momento de que les muestre mi escrito. Es uno de los más recientes. Espero les guste~ Y por cierto, aquellos que no sean gustosos de relaciones homosexuales, les dejo advertido por segunda vez que son libres de cerrar la pestaña. Ya, sin más demoras:

-----

¡Por supuesto que no podía dormir! Tenía el corazón latiendo tanto o más que el de un colibrí, y era impresionante que Connor no se despertara por el zumbido tan fuerte proveniente del pecho de Steven. Las mejillas un poco ocultas por el cabello rubio del chico, se habían teñido de un sonrojo tenue pero notable, al tiempo que un par de gotas de sudor nervioso le resbalaban por el cuello. ¿Cómo dormir? Si estaba tan rojo como la cabellera de quien yacía a su lado. ¿Cómo dormir? Si la sola presencia de Connor le ponía tan despierto. Si tenía un rostro somnoliento tan inocente y bello. ¡Por supuesto que no podía dormir!

Se las arregló para sentarse en su cama, y mientras acariciaba las sábanas con cuidado, intentó ordenar sus pensamientos. ¿Era en serio posible? Que esta cama, su cama, no le permitiera dormir, siendo que ya había sido acunado tantas veces por ella... Y sin embargo, esta, una noche creía él sería especial, más bonita a las demás, sus párpados se negaban a cerrar, Morfeo parecía indispuesto a venir, qué se yo. ¿Sería que su cerebro consideraba esta experiencia más especial de lo que él la concebía? No lo comprendía bien. ¿Sería tan especial?

Había comenzado bastante normal, la verdad. Steven preparaba la cena para su vecino, Connor. Un estofado de buena carne con distintos vegetales, mezcolanza inventada cuando aún aprendía a cocinar, y al pelirrojo había encantado. Justamente agregaba un toque de sal, cuando la puerta se abría, y una figura alta entraba con una bolsa de supermercado. Steven se encantaba con darse cuenta de que Connor se alejaba del alcohol que alguna vez le había absorbido, pues en lugar de vino y licor, traía víveres y jugos naturales. Hasta una palmadita en el pecho le dio como felicitación. Aunque lucía bastante serio (me refiero a más de lo normal), y había resultado un tanto preocupante. La sorpresa no fue poca cuando Connor de súbito soltó:

— ¿Crees que pueda quedarme a dormir contigo... solo esta noche?

Había sentido cómo algo se quiso devolver desde su esófago de la pura sorpresa, y cómo las saladas gotas colmaban sus lagrimales. ¿Necesitaba de algún consuelo? ¿Había ocurrido algo? ¿Estaba bien? Miles y miles de escenarios se arremolinaban en sus pensamientos mientras su entrecortada voz musitaba:

— Claro, claro, eres bienvenido... pero... ¿hay algún motivo?

— Preferiría no hablar de eso. —sentenció, y ambos volvieron a comer.

¿Cómo es que una petición, tan simple y común por lo demás, podía llegar a alterarle tanto? En el momento tuvo en mente el escenario en que Connor hubiese sido diagnosticado de depresión, sido despedido o hasta que una maldición vudú hubiese caído en su apartamento, y en la preocupación no titubeó un segundo en aceptar. Claro, a cualquiera le preocupa la seguridad de un amigo (por ahora llamémosle así). Pero lo que Steven sentía en esos momentos no era tanto como preocupación. Más bien, un gran estímulo que corría por sus nervios cada vez que una respiración salía de los pulmones del ajeno, y de los nervios podría quedarse despierto toda una noche. No le molestaba compartir la cama con alguien (recordaba un tiempo en que Leo acudía a sus sábanas cuando las pesadillas le atacaban), y mucho menos con Connor. Era hasta tierna la experiencia en que las mismas cobijas acunaban a dos personas, y sin embargo la cercanía que implicaba compartir un lecho de plaza y media... ¿le alteraba? ¿Le ponía nervioso? ¿Cuál sería más acertada?

Tal vez hubiera otro motivo. ¿Lo habría? Es decir, se había preparado como lo usual para dormir. Estaba enfundado en un pijama castaño calentito, aún con calcetines que el frío en las noches es su enemigo. También reposaba en su mesa de noche un libro que, en conjunto con la leve cantidad de luz que aportaba una luz de noche, iba adaptando sus ojos a lo que pronto sería tenerlos cerrados durante unas horas. Tal vez en ese momento, el esperar que Connor desocupase la ducha y se acostara a su lado había alterado su rutina. Oh, aunque hay algo certero, innegable. Su rutina no incluía en lo absoluto que su Rey se mostrase ante él únicamente con un pantalón negro de pijama como prenda visible. Iba descalzo, con el pecho desnudo, y una toalla recubría su roja melena mientras secaba aún unas cuantas gotas de agua que habían quedado.

La vista que ofrecía había hecho que Steven se estremeciera de pies a cabeza, mientras sus mejillas adoptaban un furioso color rojo. Steven tenía unos bien cumplidos 27 años, aunque los rubios mechones que descansaban sobre sus hombros denotaban aún muchos años de jovialidad en sus venas, pero Connor estaba en el apogeo de su vida, 24 años, un joven en potencia, y podía notársele. Steven por primera vez estudió aquellos brazos, bíceps potentes, fuertes, y aún en la proporción que podía otorgársele a un hombre que protegería a su familia con ellos. Su torso también, tenía los abdominales marcados, poseía pectorales fuertes, hombros anchos, en general, Steven había sido abducido por la belleza que podía mostrar Connor, y su mirada embelesada solo pudo ser apartada cuando el pelirrojo le llamó la atención:

— ¿Ocurre algo?

Pudo recuperar el sentido y, tal vez por la vergüenza que significó el estar contemplando tanto tiempo el cuerpo de otra persona, se reservó las palabras y trató de disimular su sonrojo (claro que sin mucho éxito). Mejor fue depositar un pequeño beso de buenas noches en la mejilla de Connor, y se envolvió en mantas intentando dormirse y evitar el pequeño incómodo momento que creía haber formado.

Y aquí, es donde empezamos. Solo girar la cabeza bastaba para notar los cabellos que a la luz de la luna adquirían un semblante rojo platinado, una tenue luz que se colaba por entre las cortinas y dibujaba el contorno de su Rey. El hombro que tenía ligeramente descubierto por las cobijas, su rostro tierno y apacible mientras dormía... Steven en verdad no podría quedarse dormido muy pronto. ¿Qué haría falta? Una vez Leo en el insomnio recibió un vaso de leche tibia de su parte y había dormido mejor que muchas otras noches. También cantarle le había apaciguado otras noches. ¿Estos métodos serían efectivos sobre sí mismo? No era usual para él ocupar un MP3, pero si la situación lo requería tal vez...

— Te ocurre algo.

Que de repente Connor hubiese despertado le sobresaltó bastante. De hecho, no pudo evitar soltar un pequeño grito ahogado y dar un saltito en la cama de pura sorpresa. Encendió la luz de noche mientras su acompañante se enderezaba en la cama, y le dirigía aquella mirada típica de sus ojos, bastante seria, aunque sabía que guardaba emociones fuertes tras esas pupilas. Connor y Leo son bastante parecidos, se dijo. Ambos parecieran solo tener una cara para mostrar al mundo.

— Solo es insomnio, no es nada grave. —le dijo a modo de mentira piadosa. Era verdad, pero no toda la verdad.

Connor se acercó más. De por sí, como el espacio era algo estrecho, estaban cerca, pero ahora podía sentir cómo más partes de sus cuerpos se juntaban y acurrucaban, y cómo sus facciones se hacían más claras con la proximidad. La forma angular de sus pómulos, su mentón agudo, todo se veía muchísimo más intenso. Y qué decir de sus, mucho más nítidos, ojos ámbar, que siempre llevaban un salvajismo en ellos con el que nadie debería meterse. Esos ojos ardían, llenos de palabras que Steven pudo identificar, no era necesario que más fuera dicho.

“Dime la verdad”

La mirada que Steven trataba de sostener y disfrazar de amabilidad, se quebró, y dejó que su frente reposara sobre sus rodillas, aún enfundadas por una capa de mantas. Era cierto. Aún si intentaba, no era bueno mintiendo, no se le daba, y nadie picaba jamás. Mucho menos Connor, él además podía ver la verdad tras sus palabras. Se preguntó de cuándo su lazo era tan fuerte que él podía leerle cual libro abierto, jugueteó un poco con las sábanas que le cubrían las piernas, y buscaba con cuidado las palabras que iba a decir.

— No lo sé. En verdad, nunca me había pasado. Tal vez... me pone... un poco nervioso... el dormir contigo... —empezó a admitir con timidez.

— ¿Te pongo nervioso? —inquirió Connor, y si bien la pregunta hasta resultaba cortante, su voz era calma y apaciguada. No se le notaba molesto o extrañado.

— Pues... tal vez... sí, es que... ¿Siempre duermes sin camisa, por ejemplo?

— Sí —aseguró con total sinceridad, a lo que Steven respondió con el regreso de su sonrojo.

— Ah, bue-bueno... tal vez no sea solo eso... tal vez... —su voz se apagó al momento que ya no supo cómo continuar su propia oración.

El silencio se armó, mientras Steven buscaba las palabras para romperlo. No quería que Connor se sintiera como un estorbo. Eso ya había ocurrido en el pasado y no lo merecía, en lo absoluto. No merecía que, porque por un día a su corazón le diera por mostrarse cohibido, su amigo le hiciera sentir un estorbo. Su mano izquierda se hizo un puño mientras aguantaba la frustración. Era en cierto modo increíble cuántas emociones podían experimentarse dentro de tan poco rato. Vergüenza, preocupación, y ahora frustración, pero también mezcladas con una constante alegría y ternura. El corazón resultaba tan extraño. Steven no concebía my bien cuáles serían sus fronteras.

Su ajetreada mente tuvo un descanso cuando sintió algo en su mejilla derecha. Unos nudillos le trazaban el contorno de los pómulos en una caricia suave y relajante. Al girar los ojos, vio que los ojos de Connor se habían llenado de una, extraña para él, ternura, que resultaba reconfortante. Una sonrisa alzó la comisura de sus labios en ligereza, dejando solamente al manso y familiar Connor que una vez había refugiado a Steven en su peor momento. La familiar sensación, aura, lograron que por primera vez en la noche, Steven calmara su ajetreada mente, concentrándose solo en aquellos ojos ambarinos, aquellos orbes que loco lo volvían, pero hoy solo le decían que querían verle sonreír.

“Tal vez he estado pensando demasiado” se dijo, mientras su mano derecha acudía a cubrir el dorso de la mano que le acariciaba, enredando tranquilamente sus dedos en los ajenos, sintiendo cada centímetro de piel tibia en sus yemas. Sus manos. Connor las tenía tibias. Desde esos días en que el suicidio invadía su cabeza, la memoria de sus manos tibias era lo que lo había salvado innumerables veces. Unas manos fuertes pero de tacto delicado, trazadas por cicatrices de un pasado que Steven se había propuesto a enterrar junto con él, resultaba embriagador.

Tan embriagador, que no notó cuán cerca estaban. ¿Cuánto? Hm, creo que sus rostros eran lo más distante uno de otro, y aún así serían centímetros. Steven notó el cálido aliento de su Rey rozando sus labios, mientras la sangre una vez más se agolpaba en sus mejillas, mientras sentía el calor de la proximidad abrasando su ser. Podía apartarse si quería. Los ojos del pelirrojo lo decían. Entrecerrados, pero aún visibles, manifestaban sin palabras, que era libre de elegir. Si estar tan cerca no era de su agrado, podía apartarse. Podía. Es decir, toda la noche había estado alterado por estar tan cerca. Cualquiera diría que era momento de aprovechar esa libertad. Cualquiera que no supiera que el corazón tiene sus propias leyes, y que hay momentos como ese que no podían romperse.

Lo que antes era entrecerrado, ahora los párpados habían cerrado su visión por completo. Tanto Steven como Connor habían cerrado los ojos, esperando a ese momento, ese segundo. Sus narices se rozaron, se encontraron un segundo, para luego inclinar sus rostros, para dejar...

Para dejar que sus labios se tocaran.

Esa fue la primera vez. La primera vez que sus bocas se conocían una a la otra. Sus labios se fundieron en un beso, el primero para ambos. Dulce era el sabor, colorida la emoción, nunca ninguno de los dos había experimentado un sentimiento como tal, tan cálido y suave, como una manta tibia al contacto con la piel. Connor acariciaba con el pulgar la mejilla de Steven, mientras su corazón desbocado sincronizaba latidos con los ajenos. Latía rápido. Muy rápido. Y fuerte. Sentía cómo se le salía del pecho. Y algo más. Algo a lo que todo su cuerpo respondía. Una llama nacía dentro del Rey del Fuego, consumiendo a ambos seres, en un abrazo tierno y bello.

Al separarse, ambos alientos se fundieron. Emociones nunca sentidas les habían invadido en esos segundos, dejándolos sin aire que respirar. Ninguno sabía qué pensar. Steven ya quedó claro que tenía mejillas tan rojas como se lo permitía el cuerpo, pero no se esperaba que a Connor lo mismo ocurriera. De hecho, cuando notó en su piel morena el ligero matiz rojo, se le hizo una imagen lo suficientemente adorable para soltar una risilla.

Suave, ligera, cual tenue silbido, pero una auténtica risilla. ¿Hacía cuánto no reiría sinceramente? Yo diría que un buen rato, y el pelirrojo bien lo sabía. No solo el beso, no solo el ligero sentimiento de timidez por el hecho de que se riera de su sonrojo, también era el rostro tan... ¿angelical? Steven tenía una sonrisa linda. Una sincera, y muy linda sonrisa. De un matiz, pasó a ser un auténtico sonrojo el de Connor, incluso quiso desviar la mirada, pero... ¿está mal querer disfrutar de un evento tan... único, como el que aquel a quien quería tanto, sonriera sincero por primera vez?

Así es. A quien quería tanto. ¿Habría otra forma de describirlo? Lo quería en verdad.

No se lo negó. Steven no le negó a Connor el abrazo que le dio. Sí, su corazón parecía no querer calmarse aún, pero... había ese “algo” que nunca podría entender, ese “algo” que siempre brillaba en él con su Rey. Ese “algo” que quería jamás se extinguiese. ¿Querría acaso comprenderlo? Tal vez. O tal vez fuera mejor dejarlo como “ese algo”, y que ese misterio siguiese avivando la llama. Reposar en sus brazos, sentir su singular y embriagador aroma a tierra y menta, que sus brazos le ofrecieran amparo y seguridad... no había nada que se le comparara. No era “dormir con su Rey”... era dejar que le cuidase, como muchas otras noches. Steven lo sabía. Connor lo sabía. Y de una vez, ambos pudieron dejarse abrazar por las mantas y caer en las manos de Morfeo. Sabiendo que a su lado reposaba quien les cuidaría, uno al otro. Aquel compromiso que un anillo no necesitaba.

***
— Te dará frío si sales así. —le recordó Connor, extendiéndole una manta.

— Mira quién lo dice, tú sigues sin camisa. —le señaló divertido Steven.

Aunque ambos tenían razón. Los primeros vientos del amanecer a ambos causaban escalofríos. Ambos necesitaban de la manta en verdad. ¿Y por qué no compartirla? Colocada sobre sus hombros, Connor abrazó desde la espalda por la cintura a su querido Vasallo, dejando que ambos se ocultaran del frío del otoño que acababa, esperando el amanecer. Un ritual al que Steven siempre acudía, y Connor acompañó por primera vez aquel día. ¿Qué significaría? ¿A qué grado sus vidas se habían entrelazado? Yo diría que... ni siquiera el tiempo habría predicho que no necesitarían palabras para amarse como lo hacían.
Lo subo porque este escrito me gusta mucho. Es sinceramente, algo que me encantó escribir, y puse mucho esfuerzo. Claro que tiene dedicatoria, pero hay pintores que crearon sus más famosas obras dedicadas a alguien so... nada, lo subo y ya xD 
Ojalá les haya gustado, a los que lo hayan leído~
© 2015 - 2024 Senth2702
Comments0
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In